domingo, 12 de agosto de 2012

DESEO. Una tragedia griega.



La clásica tragedia ya no existe.
La antigua tragedia en tres actos ya no es necesaria para contar una historia. 

Quizás porque estamos en tiempos donde el uso del soporte tecnológico se hace presente o porque el imaginario teatral a dado un giro de 180º.
El Deseo - Una tragedia griega tampoco es una tragedia, aunque aspire a serlo, aunque intente a aspirar a serlo; sin embargo, el relato se percibe y se fusiona en el uso del soporte audiovisual como nunca antes. Esto es un rasgo destacable porque se hace de ese soporte un uso correcto y emocional. Como también la escasez de luz crea un clima sombrío y áspero, difícil de digerir, pero pertinente para hacer volar la imaginación al espectador.
Aun así, como toda obra, tiene cadencias mejorables con el curso de las funciones. Tal vez la emisión de sonidos que no construyen al relato se puedan corregir, o alguna actuación un poco exagerada sea calibrada. De todos modos, parece haber técnica vocal en las ninfas, una suerte de coro trágico, presente siempre en las tragedias griegas.
Ahora bien, El Deseo no es griego. La dramaturgia responde a Lisandro Outeda y la dirección la comparte junto a Federico Castellón Arrieta. Son muy jóvenes y sin duda pertenecen a una generación que está por venir, aun en la cuna, recién nacida.
Para destacar: la Afrodita de Débora Nacarate, potente, feroz, bien parada en su voz. También son propicias la puesta en escena y el material audiovisual, como dije antes, emocional y bien hecho, aunque la música electrónica deshaga el clima logrado en la primera parte de la obra.