martes, 25 de febrero de 2014

EL MISMO CIELO de Alejandro Schiappacasse



Podríamos preguntarnos por qué se escribe una obra con textos basados en algún clásico, como por ejemplo Macbeth de William Shakespeare. Por qué además, si los clásicos son tales en la medida que su estructura responde a la matriz clásica de todo relato, esto es introducción, nudo y desenlace, en ocasiones se representan obras de este tipo en el circuito oficial teatral con algunas adaptaciones que poco tienen que ver con el texto originario.
Por otro lado, el circuito under –también llamado alternativo, off, fuera de la calle Corrientes- tiende a manifestar una búsqueda de originalidad en los últimos años, mediante producciones de obras nuevas, con mixturas de soportes, modernas, podría decirse interesantes para el público en general, pero que distan de esa estructura clásica que lleva a buen puerto toda obra, de forma garantizada.  En ese sentido, algunas pecan de innovadoras y vanguardistas, se tropiezan con sus cordones y caen en el olvido.
Sin embargo, en el teatro Anfitrión de la calle Venezuela 3340 se estreno “El mismo cielo” de Alejandro Schiappacasse, una pieza actual, bien producida y de alta calidad. Es una farsa ciudadana que actualiza el concepto de Macbeth pero emulando el acto paródico de Alfred Jarry en Ubu rey. Esta obra respeta la estructura clásica, con un desarrollo y un final bien marcados, y con ese elemento ineludible de toda tragedia.
El autor y director supo reunir todos esos elementos y transpolarlos a una escena renovadora y contemporánea, un edificio de departamentos de clase media, donde dos parejas se disputan la administración del consorcio. Diferencias por aquí, discordias por allá, recelos del pasado con favores debidos, todo se mezcla y produce la interacción de los personajes con tiempos y textos adecuados, por momentos cómicos –característico de la farsa- aunque verosímiles. Dos personajes más completan el elenco: el encargado, un poco víctima y cómplice, junto a la vecina astrologa que empuña de alguna manera el destino de algunos personajes y los obliga a actuar.
Todas las actuaciones son destacables; al igual que la escenografía, un gran trabajo de María Isabel Gual, cuya funcionalidad y multipropósito otorga al clima de la obra la constante atención del público, sin peligro de las molestias comunes que producen el cambio de escena y luces. En este sentido, es para destacar el juego de luz y contraluz en el momento clave del desenlace.  
Por todo esto, “El mismo cielo” es una obra recomendable por su calidad técnica y artística, los sabados 21hs.



Gabriel Balmaceda

martes, 18 de febrero de 2014

MARAVILLOSA INFANCIA ARTIFICIAL - Dirección: Germán Rodríguez



Infinitos son los caminos posibles que un experimento puede tomar en el transcurso de su devenir, pero en el caso de algunos las posibilidades son reducidas. Mas cuando algunos elementos de los que se vale dejan mucho que desear. Más aun cuando esos elementos provienen de significaciones y, además, que en su actualización de sentido no logran ubicarse en el significado necesario.
Maravillosa Infancia Artificial descansa en la experimentación teatral. Y las actuaciones que la componen son uno de esos elementos que se quedan en un papel indeterminado entre el humor, el drama y el musical.
Poco se sabe sobre lo que estamos viendo en escena y la imaginación suele llenar vacios, pero en este caso aun así es incierto. Desde una escenografía blanca, ¿símil? futurista nave espacial, que deja la perspectiva de lado y achata la escena, hasta un momento cantado, pareciera que lo hollywoodense empapa apenas el sentido.
Podría decirse que este bricolaje reúne ciertos elementos que no terminan de ensamblarse correctamente y caen por su propio peso.
Sin embargo, la intención no es menor. Lo propuesto: la infancia perdida, el maltrato de poder, la añoranza de recuperar el pasado, todos asoman la cabeza con timidez, pero lo hacen al fin.
Cuando hablo de elementos sin resignificacion eficaz, me refiero a parte del utilitario que se confunde en el tiempo; pero es ese tiempo, algo que no es posible manejar ni desde la dirección ni desde la dramaturgia. Menos aun con buenas actuaciones ni desde la butaca. En sí, es un momento donde todo se detiene y lo importante es la acción que transcurre en un indeterminado, que sustrae al espectador tanto de la realidad como de la verosimilitud del relato.
Maravillosa infancia artificial es sin duda, melodramática. Con algunos momentos de cabeceo intelectual. 



jueves, 13 de febrero de 2014

BIGOTE ARGENTINO – Grupo Sutottos



Reza el slogan: “Bigote Argentino está en la calle, en un bar, en un taxi. Puede ser tu vecino, tu tío, tu viejo (…)”.
Con ese comienzo, dos tipos gordos, viejos y rezongones se pasan la obra renegando y maldiciendo cualquier cosa que se les cruce por la cabeza y por la vida. Andrés Caminos y Gadiel Sztryk encarnan a estos dos personajes de su creación, espejos vivientes de ese lado de la vida a la cual, en general, la mayoría de los argentinos, porteños, tienden a llegar.
Cuando se dice, los años no vienen solos, se suele hablar de las mañas y las quejas que representan cierto tipo de creencias y costumbres; productos de la infelicidad que acarrea la frustración. Por eso, aquí los dos personajes suelen parecerse a cualquiera que conozcamos y que en una edad determinada se molesta de todo y de todos, se da cuenta que el tiempo ha pasado y que lo hecho, hecho esta. Pero ya no hay vuelta atrás.
Los personajes, Alberto y Osvaldo, viven en un edificio lindero a una autopista. Cualquier autopista, no importa cuál. Es una excusa perfecta para ilustrar las incomodidades de las que producen quejas, pero por las que no se hace nada para cambiarlas. Nada en concreto.
Sin embargo, esa no es la única crítica. El bar de barrio también tiene su lugar en esta comedia, tal cual como suele ser representado en la mayoría del estereotipo clase media porteña. El bar es escenario de discusiones sobre política, deportes, burocracias varias y la vida familiar. Eso le da suficiente peso para situar a los personajes frente a un espejo, el espectador. O, mejor dicho, ubicar al espectador frente a su espejo, cualquiera de los personajes. Asimismo, el living de las casas de Alberto u Osvaldo plasman la sádica costumbre de la gente añejada: el sillón, el televisor y el control remoto.
Aquí la risa cumple un rol muy fuerte, porque es el elemento por el cual se descomprime la verdad que estos dos personajes reflejan de nosotros mismos. Muchas veces la butaca guarda un espacio, en medio de la obra, para la reflexión personal de cada uno. Esta no es la excepción, pero siempre con una carcajada saliendo de la boca.
Estéticamente, Alberto y Osvaldo tienen bigotes canosos pero cutis liso. Y aunque esto sea visible, las actuaciones son muy buenas y se conectan con la platea. Claro que, la dirección del ex integrante de Los Macocos, Daniel Casablanca, está bien marcada y es respetada. Por otro lado, el dúo Sutottos integrado por los protagonistas, Caminos y Sztryk, ya cumplen varios años en escena y tienen a su crédito otros espectáculos muy exitosos como “Sujeto Tácito”, “Los Bagres” y “Lo más mejor”. Esto puede dar confianza de que Bigote Argentino hará reír al espectador, sin pausa

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